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CUENTO

El despertar de Narciso

Mariana Luna  |  11 de noviembre de 2014 (20:30 h.)

Ayer sólo se hablaba acerca de la despedida del director Narciso, pero más que el hecho en sí; lo que provocaba tantos comentarios eran las razones por las cuales había sido despedido y que eran conocidas por todos en la escuela.

Durante mucho tiempo, cuando todavía era profesor; Narciso mantuvo un bajo perfil. A nadie desagradaba, más bien a todos resultaba indiferente. Cumplía con su deber, era puntual y no se podría decir que fuera un profesional mediocre. Era su mirada insípida y actitud apagada lo que no le dejaba brillar ante los demás. 

A pesar de todo, su fama de honesto y discreto hizo que se ganara la confianza de muchos; tanto así que a nadie le sorprendió que luego de la muerte del director López, él fuera elegido para reemplazarlo; a pesar de que no era el que tenía más experiencia.

En sus primeros días como director, todo transcurrió igual que siempre; maestros enseñando y estudiantes aprendiendo (por lo menos aparentemente). Fue luego de dos meses en el cargo que algo en él cambió o quizás no fue un cambio, sino que por fin reveló lo que hasta entonces tuvo guardado.

Humillaba a los profesores, insultaba a los estudiantes; olvidó por completo cualquier señal de respeto y sus órdenes debían cumplirse al instante. En poco tiempo pasó de profesor a director y de esto a dictador, un nuevo cargo que hasta la fecha, dentro de la escuela nadie sabía que existiera.

Así pasaron los meses, y mientras el jefe dictaba; estudiantes y profesores murmuraban. No encontraban qué hacer con Narciso, pero aun así no faltaba quien creía que tan peculiar actitud era necesaria para mantener todo bajo control.

Sin embargo, más temprano que tarde; todos se dieron cuenta de que el director no se desempeñaba muy bien y estaba dando problemas.

Todo acabó aquél lunes, cuando Narciso; que se creía Dios, escucho las “blasfemias” del supervisor. Este último le hizo una que otra observación, algo que obviamente él no soportó.
Tuvieron que acudir unos cuantos hombres, para que al supervisor no lo moliera a golpes. Mientras Narciso gritaba que sólo él sabía dirigir la escuela, algunos lo miraban hasta con cara de pena.

La despedida no se hizo esperar y sólo así Narciso volvió a la realidad.


                                                                                                                      

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