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FILOSOFIA

Volviendo a la náusea

Prof. José Luis Escalante  |  23 de noviembre de 2014 (13:06 h.)

He vuelto a pensar frecuentemente en Antoine Roquentin después de mucho tiempo de mi encuentro con él en la lectura de la Náusea de Jean Paul Sartre. Me lo imagino sentado en un café de la ciudad de Bouville, mirando a su alrededor con más dudas que respuestas en las cuestionantes de la existencia. 

Quién ayudaría a este hombre que se lanzó al hondo mar de las preguntas por el ser, atreviéndose a transcenderse a sí mismo en este oscuro fondo de nuestro estar, donde muchos no han querido sumergirse por miedo a la desprogramación y han elegido seguir consumando sus vidas en las obligaciones sociales.

Sin embargo, parece que no todo estaba  perdido en Roquentin, aún su existencia tenía un poco  de sentido cuando pensaba en su amada Anny, pero esto duró hasta que se encontró con esta mujer, ya que el  corazón de la fémina había pasado a otro hombre.  Al parecer, era ella la única persona que podía  darle un pequeño respiro a esta desdichada alma que se consumía  en su conflicto existencial, no obstante, tenía que despedirse en ese momento de Anny como la vida tiene que aceptar la muerte.

Después de este encuentro aumentaron las náuseas y las desilusiones  de Antoine Roquentin, porque regresó a su hotel con más repugnancia y se despidió de aquella ciudad en la que justificaba su existencia escribiendo  una obra sobre la vida del Marqués de Rollebon. 

Decir que Antoine Roquentin estimaba la vida como algo repugnante, como una cosa asquerosa, sería muy alocado para la mayoría de los mortales, pero no encontraba más razón al ver como el hombre cumple con unas rutinas y unas normas sociales para formar seres  monótonos, que luchan por demostrar su existencia como algo importante en sus actos de superioridad y heroísmo.

Asimismo, se puede entender que Roquentin nos invita a poner en duda la existencia del hombre,  que todo esto no ha sido más que un engaño, igual que como  se le miente a un niño cuando se condiciona para estudiar por un regalo que en realidad no existe.

Como vemos, este pensador vivía en una angustia permanente  con su raciocinio ofensivo  para las personas comunes. Pero en esta angustia de nuestro personaje, pareciera que su existencia era su peor castigo y  su penitencia ya estaba pagada con su paso por la tierra.

¿Qué más decir de Roquentin?, en realidad no sé, y me gustaría saber qué pasó con su vida, porque lo único que sabemos es que se marchó a París, pero algunas veces creo que volvió a su caverna con sus compañeros o que regresó a la montaña porque no pudo soportar a unos seres rebosantes de hipocresía y apegado a sus existencias con más miedo que  libertad. 

 

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